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Yo, la peor de todas: Babilonia
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Yo, la peor de todas: Un Nerd Kamasútrico
Yo, la peor de todas: Don abandonado
Yo, la peor de todas: Fariseo
Yo, la peor de todas: Las chicas del pastel
Yo, la peor de todas: Tubos
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Yo, la peor de todas: Fotografía de tres
Yo, la peor de todas: Una amiga
Yo, la peor de todas: Bestiario
Yo, la peor de todas: Papelitos
Cuando contamos nuestros secretos más oscuros
Ustedes, lectores míos, no conocen mi cara. No saben el color de mis pantuflas ni lo que desayuno por las mañanas (que es un cigarro y un café). Jamás me han visto y si no tienen suficiente dinero y suerte, no creo que lleguen a hacerlo. Pero saben, por mi boca hecha de letras, lo que he hecho, con quiénes duermo, lo que pienso y aún mis posiciones más atrevidas. Y eso resulta paradójico. Es extraño que yo pueda contarles ese montón de secretos y tenga sellada la boca cuando se me pregunta qué día nací. Bueno, así es la naturaleza humana. Guardamos secretos frente a la sociedad, y bajo las sabanas (o en esta columna) nos acomete una tremenda diarrea verbal.
Me llamó un Fulano. Quería verme en este café del centro para ver si en verdad era como sus otros amiguitos me describían. Lo hallé sentado y después de varios titubeos me invitó a una especie de fiesta de cuatro. No se imaginen porquerías, quería conocer a una más del gremio para poder irnos de farra con sus amigos a algún lugar lejano de la carretera.
Luego de unos cafés nos dirigimos entonces a ese lugar. En el camino, mi compañera de trabajo y yo comenzamos a tirarles de la lengua sus historias fantasiosas. Uno de ellos alardeaba acerca de que su mujer no lo molestaba por teléfono y que además no se quejaba de sus constantes llegadas tarde… y decía sentirse afortunado (por si lees esto, una recomendación, no te sientas afortunado, mejor, cuando llegues a casa revisa muy bien debajo de las camas o en los roperos y mira por qué tu mujer sonríe). El otro sólo dijo que prefería la discreción y que le encantaba eso de pagarles a las chicas como yo por sus servicios y su compañía. Prefirió omitir cualquier comentario de su mujercita. Pero uno más, el oscuro ejemplar de la raza humana, empezó a escupir secretos por doquier. Qué le gustaba, qué le disgustaba, quién dormía con quién; su boca era una máquina de información de la que nadie se salvó. Yo, discreta testigo de todo, tomé nota…
Así llegamos a un rancho cerca de Los Lirios: una cabaña bastante grande y bien equipada. Nos hicimos acompañar de una buena charla y de un rico vodka (esa es mi bebida preferida, para todos aquellos que quieran, si no sorprenderme, por lo menos caerme bien, ¿aja?) Ya saben lo que siguió; mi querida colega y yo nos dedicamos a lo nuestro, dejar el ego y la virilidad de esos hombres en las nubes y aquellos dejaron sus carteras en nuestras bolsas… además de sus secretos.
En La mala hora de García Márquez, un pueblo entero se halla aterrorizado porque alguien pone en sus puertas papelitos con sus secretos más oscuros (quién mató, quién fornicó, quién robó y quién lo calló).
A veces me pregunto: ¿cuántos papelitos voy a necesitar para esta ciudad?
Yo, la peor de todas: Papelitos
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Re: Yo, la peor de todas: Papelitos
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Mas de los que tu podrias llegar a imaginar.A veces me pregunto: ¿cuántos papelitos voy a necesitar para esta ciudad?
Buen numero, dichas confesiones son ciertas, pero en muchas ocaciones nada mas para hacer pasar el rato o inclusive, como una forma de cortejar a la acompañante, simplemente ganate su confianza y para ganarte algo mas.
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Re: Yo, la peor de todas: Papelitos
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La vida de alguien que comparte sus pareceres con nosotros... Muchas gracias Violetta, por medio de tus posteos nos acercamos más a los que un montón de doblemoralistas retrógrados e hipócritas castigan y reprochan.
EDITO: No me diga usted que se le acabaron las letras...
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